Me parece que la primera cosa que tendríamos que enseñar a
todo hombre que llega a la adolescencia es que los humanos no nacemos felices
ni infelices, sino que aprendemos a ser una cosa u otra y que, en una gran parte,
depende de nuestra elección el que nos llegue la felicidad o la desgracia.
Que no es cierto, como muchos piensan, que la dicha pueda
encontrarse como se encuentra por la calle una moneda que pueda tocar como una
lotería, sino que es algo que se construye, ladrillo a ladrillo, como una casa.
Habría también que enseñarles que la felicidad nunca es
completa en este mundo, pero que, aun así, hay raciones más que suficientes de
alegría para llenar una vida de jugo y de entusiasmo y que una de las claves
está precisamente en no renunciar o ignorar los trozos de felicidad que
poseemos por pasarse la vida soñando o esperando la felicidad entera.
Sería también necesario decirles que no hay
"recetas" para la felicidad, porque, en primer lugar, no hay una
sola, sino muchas felicidades y que cada hombre debe construir la suya, que
puede ser muy diferente de la de sus vecinos.
Y porque, en segundo lugar, una de las claves para ser
felices está en descubrir "qué" clase de felicidad es la mía propia. Añadir
después que, aunque no haya recetas infalibles, sí hay una serie de caminos por
los que, con certeza, se puede caminar hacia ella.
José Luis Martin Descalzo
muy bueno!Gracias por este blog excursiones en estambul
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