viernes, 4 de abril de 2014

ESTRELLA DE MAR

José María Doria
En un paraje de sol y de paz, se hallaba un escritor que vivía junto a un pequeño poblado de pescadores. En su tranquila vida, cuando llegaba el amanecer, daba un largo paseo por la orilla del mar. Un día como otros, divisó a lo lejos una joven que parecía bailar sobre la orilla. Conforme se fue acercando, comprobó que la hermosa muchacha recogía estrellas de mar halladas en la arena y las devolvía con gracia y ligereza al océano. -”¿Por qué hace eso?”- preguntó el escritor un tanto intrigado. -”¿No se da usted cuenta?”-, replicó la joven, -”con este sol de verano, las estrellas se secarán y morirán si se quedan aquí en la playa.”- El escritor no pudo reprimir una sonrisa y contestó: -”Joven, existen miles de kilómetros de costa y centenares de miles de estrellas de mar… ¿Qué consigue con eso?. Usted sólo devuelve unas pocas al océano”-. La joven, tomando otra estrella en su mano y mirándola fijamente, dijo: -”Para ésta ya he conseguido algo”- dijo lanzándola al mar. Al instante, dedicó una amplia sonrisa y prosiguió su camino. Aquella noche el escritor no pudo dormir… finalmente, cuando llegó el alba, salió de su casa, buscó a la joven a lo largo de aquella playa dorada, se reunió con ella y sin decir palabra, comenzó a recoger estrellas y devolverlas al mar.
¿Basta una sola estrella de mar? La vida es un valor que no habla el idioma de la cantidad, sino que más bien, se desenvuelve en las suaves brisas de la cualidad. Cuando damos vida a la vida
 A veces, intuimos que la vida nos reclama para dar atención y consciencia allí donde se encuentra esa estrella de mar o de tierra. Esa estrella de aire o de fuego cuyo destino parece no ser el del inmediato morir, sino el de apuntarse a la vida que empieza y se renueva Y tal vez, pensamos que como no podemos amar lo suficiente, la abandonamos y cerramos con llave la puerta del alma… Nunca es poco ni mucho cuando se trata de calidad. La fuerza que subyace tras la acción desprovista de afán de provecho, conecta con el núcleo de la estrella que, a su vez, es el propio núcleo del dador. Cuando uno se sienta motivado a compartir su conocimiento y a apoyar el proyecto llamado “ajeno” como propio, convendrá que recuerde que quien debe dar las gracias no es el que recibe sino el dador que ha sido reclamado por la vida.



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